TRIATLÓN: FUE AMOR A PRIMERA VISTA

¡Y de inmediato fue amor! Si se puede llamar de esta manera la pasión por el deporte, mi pasión por el triatlón.

 

Hace diez años ni siquiera sabía lo que era, y en cambio ahora es una parte importante de mi vida, de mis días. Fue en el 2011, cuando empecé a tener interés en el triatlón. Mi hermana me había hablado de un evento que tenía lugar en Pavía, un día con una carrera de duatlón (carrera a pie, bicicleta, carrera a pie) por la mañana y un triatlón (natación, bicicleta, carrera a pie) por la tarde. ¡Guau! Que pasada, pensé inmediatamente; ¿por qué no probar?

 

Así que empecé a investigar, a buscar información en Internet, leyendo noticias sobre este deporte, hasta que una mañana, determinada, cogí el teléfono y llamé a Andrea (el presidente de mi club).

Yo que desde pequeña nunca he practicado algún deporte competitivo, yo que empecé con el deporte sólo para mantenerme en forma, yo que no era competitiva para nada, o al menos eso era lo que creía, acababa de apuntarme en un equipo de triatlón. No sabía bien lo que me esperaba, todo me parecía nuevo, el grupo, la disciplina, la gente, pero todo esto me animaba mucho.

 

Sí, es cierto, nadaba, montaba en bici y corría, pero sin metas, sin planificación, trabajos específicos, entrenando por sensaciones, mientras que ahora era necesario combinar los tres deportes en una sola disciplina, algo no exactamente obvio, especialmente para aquellos que no están muy familiarizados con el deporte.

 

Poco después, cuando todavía tenía que enterarme del mundo en que me había metido, me pidieron que participara a una carrera de duatlón en Romano di Lombardía, los Campeonatos italianos.

Dudando, pero extasiada, ¡acepté el reto! Ahora tengo un objetivo deportivo, una meta a alcanzar, tal vez pequeña para muchos, pero grande para mí. Y quiero llegar lista, o al menos un poco preparada.

 

Contacté con Andrea para algunos consejos, quedamos y esbozamos una tabla de entrenamiento que tenía que seguir. Estaba feliz, determinada.

 

Entre carreras a pie y rodadas de grupo, el día de la carrera se iba acercando.

10.03.2012, suena el despertador, son las 05.30 (no me levanto tan temprano ni siquiera para ir a trabajar), desayuno, me preparo y ¡andando!. Quedada en Pavía con los compañeros del equipo, sólo conocía a algunos, pero unas palabras después ya sabía que estaba integrada. Llegamos en Romano di Lombardía, excitación a tope, pero en una atmósfera buenísima: toda una plaza convertida en área de transición, rodeada por casetas de bicis y artículos deportivos, con el presentador que da la bienvenida a los atletas y entretiene al público. Recojo el dorsal y preparo el material, bici, casco, zapatillas, dorsal, gafas y gorra. Ok, todo listo, faltan las piernas y falta el aliento, pero mi cabeza y mi corazón están, ¡vamos a hacer que baste lo que hay!

 

Entrego la bici en el área de transición y empiezo a calentar con el grupo. Faltan unos minutos a la salida, la adrenalina que sube, busco consuelo en las chicas y lo encuentro, unas bromas, el disparo, ¡a por toda! La gente nos anima mucho, los chicos que nos siguen desde el lado de la carretera nos llaman por el nombre, no veo nada, pero todo esto me está dando mucho ánimo. Y entre un “vamos Micky” y “animo chicas”, llego a la línea de meta. Una alegría inmensa, muy contenta por haber acabado la carrera, y sobre todo por haberlo pasado genial.

 

¡Estaba todavía inconsciente del poder del deporte, pero tenía claro que acababa de entrar en un mundo fantástico de gente positiva, llena de energía y determinación!

 

Pero lo mejor aún no ha llegado, claro, ahora hay que probar el triatlón.